En un oasis se encontraba el anciano Eliahu. Su vecino Hakim el Mercader se detuvo en el oasis y le preguntó a Eliahu: ¿Qué haces con esta temperatura y esa pala?, siembro Dátiles, contestó él mismo. ¿Dátiles?. Ven deja esa pala y toma Té conmigo. No, debo terminar la tarea. Dime, ¿cuantos años tienes?, no sé, setenta u ochenta, eso que importa.
Mira amigo, los Datileros tardan más de trienta años en crecer y después cuando son Palmeras adultas empiezan a dar frutos. Tú sabes que nunca llegarás a cosechar algo que siembres hoy. Mira Hakim, yo comí los Dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar esos Dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los Dátiles que hoy planto… y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea. Me has dado una gran lección, ELIAHU, déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me diste – y diciendo esto, HAKIM le puso en la mano al viejo una bolsa de cuero. -Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tu me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara, parecía cierto y sin embargo, mira, todavía no termino de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo. -Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me das hoy y es quizás más importante que la primera. Déjame pues que pague esta lección con otra bolsa de monedas. - Oh HAKIM, qué grande es Allah! -siguió el anciano extendiendo la mano mirando las dos bolsas de monedas-: la palmera da fruto una sola vez al año y ésta ya me ha dado dos con sólo acabar de sembrarla. -Ya basta, viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas tengo miedo de que no me alcance toda mi fortuna para pagarte…
SÉ GENEROSO Y SIEMBRA AUNQUE NO VEAS LOS FRUTOS DE TU TRABAJO Y PIENSA QUE LA GENEROSIDAD SIEMPRE ES RECOMPENSADA
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